S.N. Nº78 (Marzo De 2010)

S.N. Nº78





Cerré mis ojos y me dispuse a viajar dentro de mi, quería encontrar a un montón de órganos trabajando, haciendo que mi flujo fuera más rápido, intentando desacelerar mi rápido ritmo que se vuelve casi incontenible al sólo dibujarla y tratar de pintarla en los cuadros vacíos de mi mente…
 
Pero para mi sorpresa, todo era normal al principio, incluso mi cerebro parecía normal, todo andaba bien, nada parecía fuera de lugar…
 
Me dispuse a hablar con él, pero me dijo que no podía porque estaba inmiscuido en asuntos más poderosos que el mío, dijo con voz sabia y suave: “La respuesta sabes donde está, es cosa que sepas bien donde y como mirar”. Después de esto, apresuró su paso y finalmente dejó botada mi bóveda craneana, quedaron las neuronas sin saber que hacer, todas se preguntaban que hacer, pero nadie podía hacer nada sin orden suprema del ausente. Acomplejado por esto, intenté ir rápido donde sabía estaba la respuesta a todo esto, pero mi sorpresa fue mayor al ver que mis pulmones se iban; si, estaban con maletas en mano y dispuestos a dejar su posición con tal de viajar en esta emergencia, pero ¿cual era esa tan inmensa emergencia que haría que cerebro y pulmones dejaran sus puestos de trabajo?... me consumió la incertidumbre, pero me quedé con ello porque no tenía a quien consultar, seguí buscando en medio de esa cercana posición, pero quien debía responderme no se encontraba, me dispuse a pensar en ese preciso instante… ¿Será que mi corazón está mal y necesita aire e ideas nuevas para poder continuar? ¿Seré yo el irresponsable que habría hecho entrar en shock a mi amigo bombeador y acompañante incesante de mis sensaciones?... no lo sabía, pero más rápido que nunca me dispuse a viajar por todos lados con tal de encontrar a mi amigo, mi confidente, mi ayudante, mi jefe y mi referente sensacional…
 
Bajé y bajé, pero no apareció nada, volví a subir y el resultado era el mismo, nada, no estaba quedando nada… me empecé a desesperar y sin entender porque lo hacía, le pregunté al bazo que pasaba y sin dudar me dijo las cosas muy claras: ¿Te pasas no?- sinceramente, no lograba entender el sentido de la pregunta; pero respondí: ¿Porque?-... Que ingenuo, que ingenuo, dijo… ¿No entiendes que tu base colapsó?, ¿No entiendes que el corazón se desbandó de tanto aguante y bombear demasiado con poca acción?, ¿No entiendes que tu resistencia derribó a la máquina de esta construcción a la que llaman “tu cuerpo”?-... perplejo ante lo que escuchaba, no supe que agregar; pero el bazo seguía hablando, esta vez con el tono más elevado: Eres un completo inconsciente, resististe un latido tan claro y fuerte, que esforzaste a tu corazón para que lo entendieras, ¿Pero que hiciste tú?, ignorarlo, claro, “dejaré que mi corazón me diga que hacer”… pero se te olvidó que el corazón no tiene boca, se te olvidó que el corazón no puede escribir una carta, que mal, que mal pequeño. No es momento para culpar a nadie, pero ya sabes que eres el culpable, indirecto, pero lo eres… después de esto, el bazo se dispuso a marchar; quedé confuso, era responsable, pero no tanto, ¿Que me querría decir con eso?...
 
Camino de vuelta encontré una pieza que no había visto antes, me dispuse a entrar de pura curiosidad, ya consideraba que todo estaba perdido; pero mi sorpresa fue inmensa al ver una camilla, un corazón en ella, el pulmón autoconectado a él y el cerebro haciendo diagnósticos en un papel como un gran médico; al abrir la puerta el cerebro dijo en su tono sabio y suave, pero algo apresurado: “Que bien que llegas, te estábamos esperando”… sin entender nada,  intenté ver como estaba mi corazón, pero el pulmón se puso enfrente como intentando cubrirlo; fui a la pieza colindante, pero me di cuenta que había una mesa y un par de sillas, la situación era obvia, me interrogarían o simplemente me matarían.
 
El cerebro me invitó a tomar asiento y accedí de inmediato... no pudo decir nada, porque pregunté rápidamente: ¿Qué pasa acá?- un suspiro solamente logré escuchar, pero no respondió. Final y sutilmente preguntó: ¿A que vienes?, ¿Acaso ahora te bajó la piedad por quien nunca te ha abandonado?... bueno la cosa no es eso, dime, dime de una vez, ¿Porque dejaste que pasara esto?, ¿Por qué no escuchar el silencio de ese grito efervescente?, ¿Por qué dejar que se sobrecargara lo que ya no podía más?-... Perdóneme le dije, pero yo pensé que la resistencia la haría usted, pensé que usted el cerebro, controlaría las emociones; pero al parecer no es así… ¡¡¡Claro que no es así!!! Gritó con voz perfectamente audible. No entendía que pasaba, pero la presión me consumía, era capaz de sentir aún, pese a que estaba en medio de un desorden. ¿Qué puedo hacer? Agregué, quería salvar a mi corazón, era capaz de arriesgar mi conciencia a cambio de que obtuviera de nuevo su majestuosa presencia. Pero el diagnostico era lapidario- No puedes hacer nada, dijo el cerebro, ya nada que no sea esperar el momento final.
 
Entendí que debía hacer, pero para lograrlo, debía distraer a la razón, al pensador, al gran intelectual… era difícil, pero de algún modo sabía que me dejaría hacer lo que sentía debía hacer. Me levanté de la silla y abrí la puerta para ir donde el corazón, desconecté al pulmón en menos de un segundo y abracé firmemente a mi desfallecido corazón, y sin entender lo que yo decía, sólo me dejé llevar por lo poco que podía pensar: Perdóname amigo mío, no sabía que hacer, era tanto lo que sentía y tanto lo que dudaba, que dejé que gritaras todo mientras yo tenía puestas las orejeras de la incertidumbre, no vi como intentabas salvarnos mientras yo me deshacía de mi responsabilidad; pero no me dejes, por favor no me dejes, no es sólo por el hecho de que no puedo vivir sin ti, si no que porque te mereces estar feliz, he sido muy inconsciente contigo, lo acepto, he dejado que latieras y me di el lujo de dudar de ti, pero no sabía que el mayor daño era eficazmente para ti.
 
Cerré mis ojos en ese instante y los abrí en medio del hospital…
 
¿Qué pasó?, pregunté- ¿Qué pretendes hacer con ello?, escuché por ahí- no entiendo, repliqué… pero de entre todos, surgió un hombre de bata blanca que dijo: “Eres un chico con mucha suerte, sobrevivir a tres taquicardias seguidas y que el corazón pueda seguir firme, no es algo que se pueda contar dos veces”- empecé a hacer memoria y claro, acababa de encontrarme con ella y nuevamente me retuve de decirle que mi corazón no daba más de los saltos que daba, prácticamente se me salía del pecho; pero pese a ello, no dije nada, estaba por llegar a la casa cuando se me presionó de manera muy abrupta y de ahí ya no recuerdo más… mi corazón me quiso abandonar porque yo lo había abandonado, pero le agradezco que sepa perdonar, le agradezco que creyera en mi palabra y le agradezco por ser mi máquina funcional y emocional.
 
Hay veces en que uno cree que lo que sueña, es idiotez; pero nada es extraño, todo tiene un motivo, así como ahora. Estuve a punto de irme sin piedad al rincón más recóndito del universo y pese a que le fallé, al final no me abandonó; no sé que hacer para compensarte, hiciste y sigues haciendo demasiado por mí. ¿De veras quieres que le diga que te exaltas cuando estamos a su lado?, sentí un golpe en el pecho de adentro hacia afuera… me dolió, pero esa era toda la respuesta que necesitaba ratificar.


Joango.
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